No sé si era Darwin el que dijo "en la naturaleza no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta"... y cuanta razón tenía.
En lo que esperaba fuese un apacible fin de semana de verano, me vi inmersa en la mayor de las catástrofes naturales, ¿un terremoto? no, ¿lluvias torrenciales? tampoco, ¿erupción de un volcán? ni de coña. Hablo de la peor de las catástrofes... compartir un buffet libre con un viaje del IMSERSO. La arrogancia de la juventud me llevó a pensar cosas como "bah, soy más alta, más rápida y más delgada" y sobre todo... "no dejan de ser abuelillos, son entrañables, ¿qué puede pasar?".
Si antes pensaba que las peores palabras del mundo eran "odio", "ira" o "venganza", ahora conozco la que realmente es la peor palabra...chin, chin, chin (música de Psicosis)....
¡¡¡GRATIS!!!
El horror a mi alrededor era indescriptible, abuelas que usaban a sus "amigas/consuegras/comadres" como escudos para abrir espacio (bloqueos que ni Pau Gasol); abuelos que además de llevar en una bandeja en cada mano, llevaban otras dos en el andador (ejemplo de maestría y equilibrio donde los haya); aunténticos gurús del autocontrol que manifestaban abiertamente que "anoche no cenamos, pa' tener mas hueco"; platos de lentejas con donuts; de fabada con coca-cao...¡¡¡NNNNNOOOOO!!!
Aún tengo pesadillas por las noches en las que revivo el momento en el que las dos únicas personas con menos de 65 años del local, sentadas en una esquina y sin mirar a nadie directamente a los ojos, comían todo lo rápido que podían las sobras de ese "acompañamiento" de verduras que sabe a vinagre, pensando tan sólo en salir de allí y confiando en que ninguno de los presentes quisiera tomar postre y viese que no quedaban.
En fin, espero no revivir jamás la situación. Para el que no pueda evitarlo, ahí va un consejo: pagar 8 euros por el menú del bar de enfrente del hotel, no es tan malo.
1 comentario:
Dejaste tu huella voladora en mis moreras, huella que me ha traido hasta aquí. A este rinconcito donde se mezclan sentimientos, humor como este terrorífico buffet, (a mí me da más miedo el Inserso desatado que una panda de adolescente haciendo botellón), y crónicas de la vida misma, como las ganas que le ponen algunos funcionarios, que parece que te odien por interrumpir su ensimismamiento.
Un beso, ardilla voladora.
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