sábado, 26 de junio de 2010

Llegando Siempre Tarde

No soy la típica persona a la que hay que esperar a que se arregle, ni la que entra a trabajar a las 8:25 en vez de a las 8:00. Jamás he faltado a una cita con el médico ni he entrado haciendo sprint en la facultad. Pero en estos últimos días he llegado a la conclusión de que llegué tarde... al mundo. Un sólo retraso, pero a lo grande.

Si tuviese un euro por cada vez que he escuchado "si hubieses llegado hace..." podría comprarme un centro comercial, con cajeras y todo, sólo para mí. Con unos meses me hubiese bastado para recogerte antes de sus brazos, para librarte de tanto dolor y para ahorrarnos a todos el ver ese zombie en el que dices haberte convertido.

Quizás tampoco hubieses sido tú, porque también llegué tarde la PRIMERA VEZ, pero eso es otra historia...

1 comentario:

Marta Santorini dijo...

Nunca es tarde, siempre hay otro lugar por donde acceder y también la posibilidad de encontrarle los tres pies al gato :)
Todo es cuestión de fe pero no religiosa sino en uno mismo